Comisiones: cómo afectan las comisiones a la rentabilidad de una inversión

Muchos productos de inversión llevan ocultos una serie de gastos y de costes financieros que son difíciles de entender para un pequeño inversor y que, sin embargo, tienen un fuerte impacto sobre el resultado final de su inversión.

Por eso, uno de los factores más importantes que debemos tener en cuenta antes de invertir nuestro dinero son las comisiones, es decir, los costes que tendremos que soportar por mantener nuestro dinero invertido.

En el caso de los fondos de inversión, por ejemplo, hay comisiones de todo tipo (por suscripción, de gestión, por reembolso, de depositaría, de distribución, por custodia, por éxito… ). Y a estas hay que sumarles los gastos derivados del propio fondo, que también pueden ser de distinta naturaleza (gastos de auditoría, por cambio de divisa, los gastos de compra-venta…).

Para un pequeño ahorrador, conocer el TER (Total Expenses Ratio) o el OGC (Ongoing Charges) le ayudará a saber cuál es el coste final de una inversión y a comparar entre distintos productos financieros.

Si no somos cuidadosos escogiendo nuestro vehículo de inversión, podemos encontrarnos con que inversiones que en principio parecían rentables (ya que prometían altas rentabilidades), en realidad se convierten en malas inversiones una vez que a la rentabilidad obtenida se le restan las comisiones y el resto de costes financieros.

Caso práctico: así funcionan las comisiones al invertir

Para entender mejor cómo funcionan las comisiones, nada mejor que utilizar un ejemplo. Imaginemos que una persona quiere invertir 50.000 euros en algún producto de inversión que le permitirá obtener un 4% de rentabilidad bruta anual.

Veamos el resultado de la inversión en tres escenarios diferentes:

Escenario 1: comisión del 0%

En ausencia de comisiones, es decir, con una comisión del 0% anual, la rentabilidad bruta de la inversión sería la misma que la rentabilidad neta: 2.000 euros (el 4% de 50.000 euros).

Esto significa que pasados 12 meses desde el momento en el que se ejecutó la inversión, el inversor obtendría un beneficio de 2.000 euros.

Escenario 2: comisión del 1,25%

En el caso de que la comisión fuese del 1,25%, que podría considerarse una comisión barata para un fondo de inversión de gestión activa, la rentabilidad neta que lograríamos con la inversión sería considerablemente menor.

A la rentabilidad bruta (2.000 euros) habría que restarle los costes de la inversión (el 1,25% de 50.000 euros), es decir, 625 euros. Por tanto, la rentabilidad neta después de 12 meses sería de 1.375 euros. Los 625 euros de comisiones irían directamente al bolsillo del gestor.

Como vemos, la comisión del 1,25%, que parecía pequeña, le pega un fuerte bocado a las ganancias.

Escenario 3: comisión del 3%

Esta cifra no la hemos elegido al azar, ya que muchos fondos de inversión comercializados por la banca tienen unos costes totales cercanos al 3%.

En nuestro ejemplo, a los 2.000 euros de rentabilidad bruta tendríamos que restarle 1.500 euros (el 3% de 50.000 euros), por lo que la inversión permitiría conseguir unas ganancias de solo 500 euros al año.

En este caso, la comisión del 3% devora el 75% de las ganancias de la inversión (500 euros llegan al bolsillo del inversor y 1.500 euros se quedan en el bolsillo del gestor).

En esta tabla puedes ver un resumen de los tres casos:

 

Estos cálculos que acabamos de hacer son bastante simples, ya que hemos considerado un horizonte temporal de solo un año. En inversiones a largo plazo el impacto de los costes sobre el resultado final de la inversión es mucho mayor.

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