16.04.2020 | 6 minutos de lectura | Imprimir artículo

Las bolsas mundiales se desploman, ¿cómo puedo rentabilizar mis ahorros?

Marzo de 2020 será recordado como uno de los peores meses en la historia de los mercados bursátiles. Tras desatarse el pánico provocado por la crisis sanitaria del coronavirus y el consecuente parón en la actividad económica, las bolsas mundiales se tiñeron de rojo.

Sin ir más lejos, el Ibex 35 (índice bursátil de la bolsa española) sufrió el jueves 12 de marzo un desplome sin precedentes: cayó nada menos que un 14,06%.

No todos los expertos están de acuerdo en cuanto al tiempo que durará esta situación. Sin embargo, sí hay unanimidad en algo: la recesión económica está servida y es inevitable. Puede ser corta, larga, rápida o lenta; pero habrá recesión, aunque se desconozca la profundidad de la misma.

A día de hoy es imposible descartar nuevas caídas en las próximas semanas o meses. Por eso, ahora más que nunca debemos intentar preservar nuestro capital. Una buena forma de hacerlo es a través de productos conservadores que nos permitan rentabilizar nuestros ahorros.

¿Cuáles son las alternativas para rentabilizar mis ahorros?

Si estuviésemos ante una crisis localizada en una determinada región, podríamos reducir el riesgo de descensos en las bolsas y la pérdida de valor de nuestro patrimonio mediante la diversificación geográfica. Desgraciadamente, no es el caso.

La pandemia sanitaria provocada por el coronavirus afecta al mundo en su conjunto. En una situación así, pocos instrumentos pueden rentabilizar nuestros ahorros de un modo seguro.

1. Oro

El oro es el valor refugio por excelencia. Se trata de un activo real que tiene la particularidad de que no se ve afectado por los efectos de la inestabilidad política. Además, es insensible a la subida de los precios, es decir, a la inflación.

Sin embargo, este metal no deja de ser un bien cotizado, por lo que su precio varía en función de la situación del mercado. Aunque en situaciones normales se comporta como valor refugio, durante el mes de marzo sus oscilaciones han sido violentas.

No es mala idea invertir en oro como elemento de diversificación en estrategias de largo plazo, pero no para rentabilizar nuestros ahorros. No en vano, este metal no aporta intereses, ni dividendos, ni ningún tipo de renta: sus rendimientos sólo provienen de la diferencia entre el precio de compra y el de venta.

2. Valores de renta fija

Los valores de renta fija (bonos, obligaciones, letras, pagarés, etc.) representan una deuda emitida por estados, empresas y otras instituciones. Se caracterizan porque pagan periódicamente un interés fijo, conocido de antemano por el inversor.

El problema de la renta fija es que al cotizar en un mercado secundario, en cierta medida también se ha visto resentida durante esta pandemia. Además, no todos los valores de renta fija son seguros (pensemos, por ejemplo, en empresas con poca solvencia que no lograrán sobrevivir a esta recesión).

3. Fondos de inversión

Básicamente, los fondos de inversión son un patrimonio conjunto, perteneciente a múltiples ahorradores. El gestor del fondo se encarga de invertir este dinero en una serie de activos, siguiendo una política definida y conocida por los que participan en él.

Existen un montón de fondos de inversión, pero si queremos centrarnos en aquellos que nos permiten rentabilizar nuestros ahorros en una situación de desplome de las bolsas mundiales, tenemos que pensar en los fondos de renta fija o fondos monetarios.

La diferencia de invertir en fondos de renta fija con respecto a realizar las inversiones directamente, como vimos en el punto anterior, es que en este caso el ahorrador accede a una cartera diversificada de estos activos financieros. Algo que puede resultar más interesante, si no perdemos de vista las comisiones que aplica el fondo.

En cuanto a los fondos monetarios, más o menos son lo mismo, sólo que en este caso componen su cartera con instrumentos financieros del mercado monetario: activos de deuda con un vencimiento inferior a 18 meses (considerados como dinero líquido). Al tener un plazo de vencimiento tan reducido, su rentabilidad es menor, pero también lo es el riesgo de oscilación.

4. Cuentas de ahorro

Con las cuentas de ahorro entramos en el terreno de los productos financieros que no cotizan en el mercado y, por tanto, no están sujetos a cambios en su valoración. Como consecuencia, el capital invertido no se resiente aunque las bolsas mundiales se desplomen: su seguridad es máxima.

La rentabilidad de estas cuentas depende de los tipos de interés oficiales y suele ser menor a las de otros productos que, a pesar estar catalogados como conservadores, tienen más riesgo.

Las cuentas de ahorro son muy parecidas a los depósitos bancarios, con la diferencia de que el dinero está disponible en todo momento (además de que pueden tener otras funciones operativas). Esta característica las hace menos rentables que un depósito en sí mismo.

5. Depósitos bancarios

Por último, llegamos a nuestro producto de inversión preferido para rentabilizar nuestros ahorros: los depósitos bancarios. Sus grandes ventajas son que ofrecen una rentabilidad fija, conocida de antemano, y que no cotizan en un mercado financiero.

Podríamos considerar a los depósitos como un préstamo que el cliente le hace a una entidad bancaria. Por prestarle ese dinero, el banco le remunera un interés.

A través de este tipo de inversiones, evitamos los riesgos derivados del hundimiento en las bolsas. No en vano, estas podrían caer hasta el subsuelo sin que impacten en nuestro capital.

Además, los depósitos cuentan con la protección de un Fondo de Garantía de Depósitos que garantiza hasta 100.000€ por depositante y banco. Un mecanismo creado para indemnizar a los ahorradores ante cualquier posible insolvencia de la entidad bancaria.

Debido a que la crisis económica está por llegar y las caídas en las bolsas podrían no haber llegado todavía a su fin, muchos ahorradores han decidido desvincularse del mercado. En este sentido, los depósitos bancarios son una  excelente forma de rentabilizar nuestros ahorros sin exponernos al riesgo de un nuevo desplome en las bolsas mundiales.