Inicio › Educación financiera › Inflación
¿Has escuchado alguna vez el término financiero inflación pero no sabes qué es? Sigue leyendo y descubre con Raisin su definición, así como los diferentes tipos que existen y sus consecuencias.
Es la subida de los precios de los bienes y servicios durante un periodo de tiempo determinado. Por tanto, es el término financiero opuesto a la deflación. Existen diferentes tipos: moderada, galopante, hiperinflación, estanflación, desinflación, deflación.
El incremento de la demanda, el aumento de los costes de producción, la inflación autoconstruida y el crecimiento del dinero en circulación son sus principales causas.
Para calcularla se toma como referencia el IPC y se aplica la siguiente fórmula: IPC final – IPC inicial / IPC inicial x 100.
Si es moderada beneficia a la economía porque los sueldos suben y se incentiva el desarrollo económico. Sin embargo, si es elevada, puede tener consecuencias como la depreciación del dinero y las deudas y la reducción de inversiones. De hecho, no beneficia a inversores y ahorradores porque impacta en la rentabilidad real de los productos de ahorro e inversión.
En economía, la inflación es el aumento generalizado de los precios de los bienes y servicios durante un periodo de tiempo determinado, generalmente, un año. En consecuencia, el dinero pierde valor, por lo que puedes comprar menos bienes y servicios con él.
Por ejemplo, imagina que vas al supermercado y compras determinados productos. Un mes después, vuelves y compras esos mismos productos. Sin embargo, el coste total es mucho más alto. Esa subida de precios es la inflación.
La inflación puede tener varias causas, estas son las más frecuentes:
La causa más habitual de la inflación suele ser un exceso de demanda. Cuando hay más demanda que oferta, los precios suelen aumentar. A modo de ejemplo, un electrodoméstico con la última tecnología ha aterrizado en el mercado español. La empresa que lo produce solo puede poner a la venta 500 unidades al año, pero hay muchas más personas que lo quieren comprar. Como resultado, la empresa puede decidir subir el precio
Otra de las causas principales de la inflación es el aumento de los costes de producción, esto es, cuando las empresas tienen que pagar más para producir un bien u ofrecer un servicio. Así, si una empresa de transporte tiene que gastar más dinero en gasolina porque los precios del crudo han subido en los últimos meses, puede decidir cobrar más a sus pasajeros. Del mismo modo, si el precio de la harina sube, las panaderías pueden optar por subir los precios de sus productos.
Por lo general, cuando los costes de producción suben, las empresas suelen subir sus precios para mantener los beneficios.
Se denomina inflación autoconstruida a aquella que se produce de manera anticipada, cuando las empresas esperan una subida de precios en el futuro y deciden anticiparse a ella. Esta subida es gradual, lo que hace que el impacto sea menor para los bolsillos de sus clientes y que los nuevos precios sean más fáciles de asumir.
Milton Friedman, galardonado con el Premio Nobel de Economía, afirmó que la inflación «es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario». Para los monetaristas, la causa principal de la inflación es el aumento de la base monetaria, es decir, cuando crece el dinero que hay en circulación. Así, cuanto más dinero hay para gastar, más crece la demanda. Cuando las empresas no pueden satisfacer esa demanda porque no pueden aumentar su producción, esto da como resultado la subida de precios de esos bienes y servicios. De hecho, a lo largo del último siglo han habido periodos de hiperinflación, subida descontrolada de los precios, provocados por las decisiones de los bancos centrales.
Para medir la inflación se toma como referencia el índice de precios de consumo (IPC), un indicador que mide la variación de los precios de los bienes y servicios de un país.
El IPC lo elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) de forma mensual, en concreto, compara los precios de bienes y servicios de un mes determinado con los precios que tenían hace un mes (tasa de variación mensual) y el año anterior (tasa de variación anual). En consecuencia, el IPC también indica el poder adquisitivo de una persona, ya que, con el mismo sueldo, mientras más suba el IPC, menos podrá comprar con su dinero.
Hay una fórmula para calcular la inflación:
IPC final – IPC inicial / IPC inicial x 100 = tasa de inflación
El IPC final es el del año para el que quieres calcular la tasa de inflación, mientras que el IPC inicial sería el de referencia, es decir, el IPC del mes o año con el que lo quieres comparar. Como ya hemos adelantado, el Instituto Nacional de Estadística (INE) se encarga de calcular el IPC, después, solo habría que aplicar la fórmula de arriba para obtener la tasa de inflación.
Existen diferentes tipos de inflación:
Moderada: los precios aumentan ligeramente y lo hacen de forma gradual, además, ese aumento no suele ser de más del 10 % anual.
Galopante: los precios suben en dos o tres dígitos, por ejemplo, un 40 o un 120 %. Las personas pierden poder adquisitivo y esto, a su vez, afecta a la economía del país, ya que el consumo disminuye porque se puede comprar menos con el mismo dinero.
Hiperinflación: los precios aumentan más de cuatro dígitos, esto es, un 1.000 % o más, y la inflación es de, al menos, un 50 % al mes. Como consecuencia, el dinero de un país pierde valor y esto se traduce en una crisis económica. Detrás de este tipo de inflación suele haber un gobierno que no gestiona sus ingresos y gastos de forma óptima o que emite dinero sin un respaldo real.
Estanflación: es cuando la inflación crece pero la economía se estanca, es decir, el país no crece económicamente o ese crecimiento es muy bajo. Esto puede deberse a varios motivos, como un alto desempleo o una bajada del PIB.
Desinflación: la inflación se desacelera, pero no llega a cero.
Deflación: la deflación es el término financiero opuesto a la inflación y se produce cuando los precios de los bienes y servicios bajan durante, al menos, dos semestres consecutivos. Esta bajada se debe al aumento de la oferta. Así, es cuando la inflación está por debajo de cero, lo que se conoce como inflación negativa.
A nivel macroeconómico, la principal consecuencia de la inflación es evidente: los precios de los bienes y servicios suben por lo que todo es más caro para los bolsillos de los ciudadanos. Esto quiere decir que con la misma cantidad de dinero se pueden comprar menos bienes y servicios. Sin embargo, tiene más consecuencias:
Depreciación del dinero: el dinero de un país pierde valor, lo que reduce el poder adquisitivo. Esto significa que para comprar los mismos bienes o servicios tienes que pagar más. Además, esta depreciación también puede afectar al tipo de cambio que se ofrece por esa divisa.
Subida de los salarios: la subida de los precios puede hacer que los gobiernos tomen medidas, por ejemplo, subir el sueldo mínimo.
Depreciación de las deudas: el valor de una divisa baja, por tanto, las deudas que tengas en esa divisa se deprecian.
Disminución de las inversiones: los inversores pueden preferir poner su dinero en una divisa y en un mercado más estable.
Con todo, una inflación controlada beneficia a la economía porque evita episodios de deflación al reducir la carga real de las deudas y esto, en economías muy endeudadas, es un alivio para los deudores.
Además, una inflación moderada y estable indica que la economía está en un buen momento porque la gente está consumiendo, el dinero fluye y, al mismo tiempo, los ciudadanos no están perdiendo poder adquisitivo por sus ahorros. En definitiva, los salarios suben y se incentiva el desarrollo económico.
Aunque cierto nivel de inflación puede beneficiar a la economía, los ahorradores e inversores pierden poder adquisitivo con ella. De hecho, la rentabilidad real, el rendimiento que ofrece el producto de inversión o ahorro una vez descontada la inflación, es el termómetro que mide su impacto.
Al igual que ocurre con el interés compuesto y su efecto bola de nieve, la inflación también crece de manera exponencial. Por poner un ejemplo, una inflación del 2 % anual durante 20 años no da como resultado un 40 % de inflación, sino un 48,59 %.
En resumen, la inflación no beneficia a los ahorradores, pero los bancos centrales toman medidas para generar cierto nivel de inflación porque una inflación moderada y estable sí beneficia a la economía.
Aun así, puedes contratar productos de ahorro que te den unos intereses y que te ayuden a compensar la subida de precios. Algunas opciones son los depósitos a 6 meses, los depósitos a 3 meses (o cualquier depósito que te dé una rentabilidad) y las cuentas remuneradas.