Deflación: definición, causas y cómo puede afectar a la economía

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La deflación es un fenómeno económico que consiste en la caída del nivel general de los precios de un país, siendo el efecto contrario al de la inflación. 

Se mide como el nivel de precios de una cesta representativa de los bienes y servicios consumidos por una familia, generalmente a través del Índice de Precios al Consumo (IPC), y tiene consecuencias negativas para la economía de un país, a pesar de que es siempre bien recibida por los ahorradores e inversores.

Por qué se produce la deflación

En general, la deflación tiene como causa la reducción de la demanda, generalmente causada por una crisis económica y la consecuente limitación en la renta de los hogares, que a su vez reduce su gasto. En este contexto, las empresas se ven obligadas a reducir precios de forma generalizada para paliar la menor demanda. Cuando esto se produce de manera generalizada, el nivel general de precios de un país cae, provocando la deflación.

Pero la deflación tiene también otras causas, como el aumento de la productividad de la economía. Al mejorar los procesos productivos, las empresas se vuelven más eficientes, produciendo lo mismo o más con menos recursos y, en consecuencia, sus costes operativos se reducen de manera significativa. Esto provoca que muchas empresas puedan ofrecer sus productos más baratos, sin que ello necesariamente esté relacionado con una menor demanda o merma de calidad.

El ejemplo paradigmático de deflación por aumento de productividad son los productos tecnológicos. Cualquier dispositivo es relativamente más barato ahora que hace 10 o 20 años, y sus prestaciones son mucho mayores. Lo mismo ocurre en otras industrias como la automovilística, la farmacéutica o el textil, entre muchas otras.

Qué impacto tiene la deflación sobre la economía

La deflación tiene un impacto negativo sobre un país en términos macroeconómicos, que puede ser incluso peor que el de la inflación. Los expertos coinciden en que la reducción en el nivel general de precios genera un círculo vicioso que desincentiva la demanda y, en consecuencia, también los ingresos de las empresas. 

Esto, a su vez, provoca que los precios caigan aún más, y los consumidores tenderán a esperar cada vez más para comprar esperando un recorte de precios aún mayor. Asimismo, las empresas se verán obligadas a recortar empleos, reduciendo la renta de las familias y la demanda.

Pero es que, además, la deflación aumenta la carga real de las deudas. Esto, en una economía tan endeudada como la española, supone un problema añadido. Si los precios bajan, el PIB se reduce de forma automática, pero la deuda se mantiene igual, de manera que la deuda aumenta en términos relativos, aumentando el riesgo país.

La lucha contra la deflación

Las autoridades consideran cualquier contexto de deflación como peligroso para la economía y, por tanto, como algo a evitar. De hecho, sus políticas van encaminadas a generar cierto nivel de inflación que sea tolerable para la economía.

En este caso, la política por excelencia es la monetaria, llevada a cabo por los bancos centrales a través de una inyección de liquidez en la economía o la reducción de los tipos de interés oficiales. Su objetivo es que se incite al consumidor a invertir o gastar sus ahorros, al hacerse menos atractivo mantenerlos en las entidades financieras.

Sin embargo, no siempre se consigue. De hecho, en los últimos años, los principales bancos centrales del mundo han imprimido dinero a un nivel sin precedentes, lo que apenas ha servido para generar inflación. En cambio, el precio de los activos, tanto de renta fija como de renta variable, ha aumentado hasta máximos históricos, hasta el punto de que muchos títulos de deuda pública cotizan ya a intereses negativos.

Los gobiernos también disponen de otras políticas como la fiscal. Un aumento del gasto público o una reducción de impuestos influye de manera significativa en la renta familiar y, en consecuencia, también en el consumo. 

Deflación e inversiones

Además de la economía, la deflación tiene consecuencias importantes sobre las inversiones. La reducción en el nivel de precios lleva aparejado un aumento del valor de la moneda. Es como si, de forma automática, todos los ahorradores, con independencia de si estos han invertido o no, hubiesen obtenido una rentabilidad equivalente a la del nivel de deflación.

Por ejemplo, cuando la inflación es del -0,5%, significa que el nivel general de precios ha caído un 0,5% o, lo que es lo mismo, el poder adquisitivo del dinero se ha incrementado un 0,5%. Este porcentaje se añade a la rentabilidad obtenida por el inversor, de manera que, en caso de que si el resultado de una inversión es del 5%, la rentabilidad real será del 5,5% dada una inflación del -0,5%.

En general, la deflación beneficia a los ahorradores y los inversores. No obstante, como ya hemos visto, puede tener un efecto contraproducente sobre la bolsa y otros activos de renta fija, especialmente por su impacto negativo sobre las principales variables macroeconómicas.