Estrategias de inversión: gestión activa y gestión pasiva

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Cuando un ahorrador decide dar el paso y empezar a invertir en bolsa, suelen surgirle muchas dudas. Una de las más habituales es sobre qué estrategia de inversión debería seguir. Según la manera de gestionar una cartera de inversión, podríamos decir que hay dos estrategias básicas: la gestión activa y la gestión pasiva.

En este artículo te explicaremos en qué consiste cada una de ellas, analizaremos cuáles son sus diferencias y te contaremos cuál es la más recomendable.

¿Qué es la gestión activa?

La gestión activa es la estrategia de inversión que ofrecen la mayoría de los bancos y de los asesores financieros. Tanto es así que aproximadamente el 98% de los fondos de inversión que se comercializan en España son de gestión activa.

La característica principal de este estilo de inversión es que las decisiones sobre qué activos financieros forman parte de la cartera del inversor y en qué proporción son tomadas por una persona o por un equipo gestor en base a un criterio propio. En otras palabras, el gestor del fondo de inversión, basado en los datos de los que dispone, en su experiencia y en sus previsiones, decide cuáles son las empresas en las que invertir en cada momento.

Por ejemplo, si el gestor quiere confeccionar un fondo de inversión con base en empresas que forman parte del S&P 500, el índice bursátil más importante de Estados Unidos, deberá elegir las compañías que él cree que tendrán mejor comportamiento en el futuro, en función de los objetivos concretos que pretenda lograr con el fondo.

Si el gestor lo hace bien, su fondo de gestión activa debería obtener una rentabilidad superior a la del propio índice (al que en en argot financiero se denomina benchmark). Sin embargo, la realidad es que a diez años vista el 86% de los fondos de gestión activa obtienen un rendimiento menor que el del mercado al que se referencian, según datos de un estudio de SPIVA.

¿Qué es la gestión pasiva?

La gestión pasiva, mientras tanto, lo único que busca es replicar a un índice bursátil. En este caso, el gestor no tiene que decidir cuáles son las empresas que deben formar la cartera de inversión, sino que el índice se convierte en la referencia y el trabajo de gestión se reduce a replicar su composición.

Hay varias formas de replicar al índice, siendo la réplica física completa (full replication) el método más eficaz. Consiste en que el gestor del fondo compra todos los valores que forman el índice y exactamente en la misma proporción. La mayoría de los fondos indexados y ETFs, que son los principales productos de inversión pasiva, hacen este tipo de réplica.

Por ejemplo, si un gestor quiere crear un fondo indexado que se base en el índice S&P 500, deberá invertir en las 500 empresas que forman este índice y en la misma proporción que representan de él. De esta forma, su fondo será una réplica del índice y debería obtener la misma rentabilidad.

La estrategia de gestión pasiva apenas representa un 2% de total de inversiones en España. Sin embargo, en Europa esta cifra es del 20%, y si cruzamos al otro lado del charco, el 40% de las inversiones que se hacen en Estados Unidos siguen una estrategia de gestión pasiva.

Como se puede ver en esta gráfica referida al mercado norteamericano, las diferencias cada vez son menores. Los inversores poco a poco huyen de los fondos de gestión activa y prefieren contratar fondos indexados y ETFs.

Gestión activa vs gestión pasiva, ¿cuál es mejor?

Tal y como acabas de comprobar, las estrategias de gestión activa y pasiva son totalmente opuestas. Ambas tienen pros y contras y la decisión de optar por una u otra es muy personal y dependerá de los objetivos financieros de cada persona. Sin embargo, hay algunos datos cien por cien objetivos que ponen de manifiesto que la gestión pasiva es la mejor opción para la mayoría de los inversores.

El primer dato es el que tiene que ver con la rentabilidad. Como comentábamos anteriormente, en un horizonte temporal de diez años, el 86% de los fondos activos obtienen una rentabilidad menor que el índice al que se referencian. Como se ve en la imagen que hay a continuación, si invertimos a 15 años vista el porcentaje de fracaso frente al benchmark es aún mayor.

Por otra parte, los fondos de gestión pasiva son mucho más baratos que los fondos activos. Mientras que un fondo gestionado de forma activa suele tener unos costes totales de entre el 2 y el 3%, los costes de un fondo de gestión pasiva, por ejemplo de Vanguard, suelen oscilar entre el 0,2 y el 0,4%.

En definitiva, la gestión activa no solo obtiene peores resultados que la gestión pasiva, sino que además es más cara, ya que hay que pagar el trabajo extra del gestor. Parece claro por tanto que, para la gran mayoría de inversores, contratar un fondo indexado es la mejor opción de inversión.

El problema de los fondos de inversión y de la bolsa en general es que hay que tener un corazón de hierro para soportar sus subidas y bajadas. En el caso de los ahorradores tradicionales que no quieran exponerse a tanta volatilidad, la mejor alternativa son, sin lugar a dudas, los depósitos bancarios. La rentabilidad es menor pero al menos podrás dormir sin sobresaltos cada noche.